Thomas Pynchon (1937)



Pudding está arrodillado con los brazos extendidos [...]. Un oscuro mojón aparece por la hendidura, en la absoluta oscuridad entre sus nalgas blancas. Él abre las rodillas, torpemente, hasta que siente el cuero de sus botas. Se inclina hacia delante para rodear el caliente mojón con sus labios; lo chupa tiernamente, lame su extremo inferior..., está pensando, lo siente, no puede remediarlo, pensando en el pene de un negro... [...] La imagen de un bruto africano que le haría hacer... El hedor a mierda inunda su nariz, lo rodea, se apodera de él. Es el olor de Passchendaele, del Saliente. [...] El mojón cae en su boca, baja por su gaznate, siente naúseas, pero aprieta valientemente los dientes [...]. Continúan los espasmos en su garganta. El dolor es terrible. Con la lengua aplastada la mierda contra el paladar y se pone a masticar, espesamente: el único rumor de la sala...


Aún quedan otro dos mojones, más pequeños, y, cuando ha terminado de comérselos, debe lamer los residuos que quedan en el ano. Espera a que ella le permita [...] permanecer un rato más con su sumisa lengua hurgando en el agujero de su culo. Pero ella se aparta. [...]
- Vístete. No te olvides de limpiarte la boca. Haré que te busquen cuando te quiera de nuevo.
[...] su verdadero hogar está con la Señora de la Noche, la de botas suaves y el marcado acento extranjero.

1 comentario:

mariamoli dijo...

Esta página es exquisita. Pero has cortado un paso importante sobre el estilo adecuado: "masturbándose metronómicamente según las órdenes gritadas por el capitán Blicero." (El brigadier eyacula enseguida. El rico olor del semen llena la habitación como si fuera humo.)